
noticias del MAR DE LOS SARGAZOS
huerta de las flores encendidas del tamaño de la primavera.Frutos como brasas alimentos de los ojos que hacen de los parpados labios perpetuos (Ilustración sacada de un cuadro de John Currin)
la ruta que te mima
que es mi bendita ruta de la seda,
es puro cielo de carne roja
la temblorosa y dulce
ociosidad
de tu brutal ternura
acantilado bivalvo de simetria graciosa
que infatigable llama
con los labios del tesoro
a todo lo que alimenta el hambre,
fulminanado la fosil impaciencia
del animal terrestre
del que son mis dedos derivada.
Todo encaja sin necesidad de dientes
aunque ser mordido
es el sueño recurrente
entre esos pliegues donde
suena el paraiso
a fruta liquida para dientes de leche.
Asoman animales a manantiales
insomnes hocicos incansables
haces de todos sedientos dioses.
Comisuras de fuego comestible
ligando origen y destino
en una muerte llena
de instantanea eternidad
donde se relaja el nervio
y crece el oral silencio
del pecado original,
empapado sueño de los ungulados
peces de la espuma
y su caterva alegre
de olimpicos cuchicheos
como en un otoño encendido
donde el frio es la distancia
y lo de mas es tu iluminada
pasteleria
de besos erectos como yemas
y de rebaños en celo y lenguaraces
que poliglotas esforzados
pastan levitando en esos acantilados
chiquitines
que se vuelven inabarcables oceanos
al abrete Sesamo de tu vertical escondite
haciendo parpados
entre tus piernas
haciendo de la noche
un arbol de labios como lluvias
que mi lengua traduce
hasta los confines efimeros del primer dia
donde chapotean
los futuros animales de lo mismo:
chuparte sin descaso como un blasfemo
que niega otra vida
que no sea
la que da la muerte entre tus brasas:
la roja leche de la boquiabierta herida,
la boquiabierta maestra
de tan fabulos pasteleria ultramarina
en el mismisimo centro
de todas las cronicas
de apasionados naufragos-Maruxiña, dame un bico
que che hei dar un pataco.
-Non quero bicos dos homes
que me cheiran a tabaco.
Que muller é a que nunca se sentiu acosada por un home cheirento? Non a hai. Un ofrece un saco de noces, outro dalle unha viña, aqueloutro unha subida de salario e o miserento do cantar ofrécelle un pataco, que manda santísima!… ou manda carallo!
A ver si se enteran: os bicos danse de gratis.
Mastúrbate,
úntate cada pezón con miel
y baja el mentón, la lengua
saben dulces, toca
circularmente cada punta morada, agrietada o lisa
y luego acaricia el vientre, el ombligo,
haz cine o literatura
con la mente pero no olvides los pezones,
la miel, el dedo circular
hazlo frente al televisor mientras te ríes
y te humillas: mastúrbate, abandona,
cuida el clítoris como a la piel de un niño,
escucha el viento que suena detrás
de la ventana cerrada, guarda tu jugo
a escondidas del mundo
y mastúrbate, que tus piernas
comiencen a abrirse y a cerrarse
que tu murmullo sea un gemido ronco,
grito agudo en el aire, en el hueco que
pide penetración, contacto,
habla despacio
hazlo en silencio pero gime
aúlla
murmura aunque sea el goce
el rozarse de tu pelo en la almohada
en la alfombra en la nuca,
mastúrbate,
hasta que las rodillas tiemblen
hasta que caigan
lágrimas y suene esta vez
no un viento sino un timbre
y otro, regular la campanilla,
recién entonces
dilátate como en el parto
lubrica tu vagina, el tubo que
sigue llamando, levántalo, bájalo
introdúcelo
y escucha ahora su voz,
lejana, ajena,
y cierra tus ojos, su boca
tan adentro.
Irene Gruss es una poetisa argentina nacida en 1950
en Buenos Aires. Formó parte del grupo de poetas que fundó, a comienzos
de los años 1970, el taller Mario Jorge De Lellis. En 1982, publicó La luz en la ventana, luego El mundo incompleto (1987), La calma (1991), Sobre el asma (1995), Solo de contralto (1998), En el brillo de uno en el vidrio de uno (2000) y La dicha en 2004.
NOTAS PARA CONSERVAR LA MEMORIA 3
© Miren Agur MeabeLlovía sobre mi clítoris.
Los relámpagos acudían con fulgores a tu pecho:
parecía que sangrabas.
Pero eran sombras
que buscaban descanso en la llanura de tu piel.
Tu sexo olía a humo,
pardo y viejo.
En cambio, yo debía de ser azul,
y me robaste oxígeno
de mis rosados agujeros.
Tus dedos marrones en mi vagina
fueron ramas ásperas y otoñales.
Sacaste un pañuelo de papel, no sé de dónde,
y lo tiraste por la ventanilla,
húmedo y arrugado.
Mis senos ansiaban reventar.
Llovía sobre mi clítoris.